La primera compañía en modificar cosechas enteras fue la multinacional Monsanto, hoy en día, líder en herbicidas, controla además el 49% de las semillas genéticamente modificadas utilizadas en el mundo. Un gigante que posee el 90% de la soya utilizada en Estados Unidos y trata a los granjeros de una manera despiadada. Representa el lado desagradable de ésta industria, que originalmente buscaba beneficiar a todos.
Inicialmente los organismos genéticamente modificados (GMO's en inglés) fueron utilizados en la industria agraria para mejorar la calidad de las cosechas y protegerlas de plagas o insectos. El proceso consiste en alterar el material genético de la planta para otorgarle características muy específicas; por ejemplo, se modifica la planta de maíz para que al crecer, tenga una enzima que le da propiedades herbicidas, así como una proteína que se injerta en la planta para actuar como insecticida, sin causar daño alguno al ser humano cuando es consumida. Por lo tanto éstos alimentos buscaban numerosos beneficios tanto a los agricultores como para los consumidores. La posibilidad de crear super-jitomates que tienen una vida más larga, son resistentes a herbicidas, heladas, suelo salino o plagas de insectos estaría al alcance de todos. El problema reside en que no se tomaron en cuenta los efectos que ésta modificación tendría a largo plazo en la industria agraria. Existe el riesgo de que ciertas proteínas modificadas que se encuentran en granos presenten aparición de alergias, hay casos registrados de granos de soya modificados que presentaban agentes alérgenos en los consumidores. El medio ambiente también se puede ver perjudicado ya que la fortaleza de éstas super-cosechas frente insectos y herbicidas puede generar cierta resistencia en éstos, además de que modifica el equilibrio natural del ecosistema.
Campo de maíz Monsanto en Estados Unidos |
Hay numerosos argumentos a favor y en contra cuando se habla de alimentos modificados genéticamente o transgénicos, existen beneficios que pueden ser realmente maravillosos para el bien general; la posibilidad de cosechar granos de arroz enriquecidos con vitamina A serviría para ayudar a solucionar a la desnutrición a la que están sometidos millones de niños en países asiáticos, el crecimiento de plantas más resistentes reduciría la utilización de maquinaria pesada en la agricultura lo cual se traduce en bajar la huella de carbono en la producción masiva de alimentos. Pero, la realidad es que no conocemos todavía el alcance de éstas macro-cosechas ni el impacto a largo plazo que pueden generar en nuestro planeta; además es una industria controlada por pocos gigantes corporativos, que llevan años cosechando éstos alimentos transgénicos.
En nuestro país podemos ver la modificación en las frutas y verduras cuando vamos al supermercado, el limón sin semilla, la uva sin semilla, frutas de exactamente el mismo tamaño, madurez y color. En ése aspecto los alimentos orgánicos destacan de sobremanera, ya que la verdad es que el sabor, especialmente de las frutas, cambia drásticamente cuando son cultivadas de manera masiva, además de que existen agricultores que creen que los alimentos orgánicos conservan mejor sus nutrientes. En un país como México, donde contamos con una riqueza natural envidiable no debería de ser necesario modificar los alimentos genéticamente para cultivarlos de manera correcta, me parece que lo justo es que por lo menos nos informen de manera clara que alimentos son transgénicos para poder realizar una decisión informada.
Como consumidores tenemos el derecho a la información sin manipulación de el producto que está siendo ofrecido, nosotros contamos con el poder real de cambiar lo que se nos vende. Si realmente no queremos alimentos transgénicos en la mesa debemos dejar de consumirlos y apoyar la agricultura local y orgánica. Es cierto, no todos los alimentos transgénicos son malos y representan una posibilidad real de mejorar el proceso de agricultura, (hacerlo más eficiente y barato), pero eso no significa que nuestra dieta cotidiana debe de verse invadida por ciruelas gigantes, manzanas perfectas y, espero que ésto nunca ocurra, duraznos sin semilla.
Para finalizar el post de ésta semana, dejaré una receta para que la hagan con ingredientes orgánicos exclusivamente, y aportar un granito de arena al cambio de nuestra alimentación.
Compota de ciruelas, vino tinto y chile rojo
Ingredientes
- 300 gr de azúcar
- 450 ml de agua
- 1 kilo de ciruelas maduras
- 1/2 limón amarillo
- 120 ml de vino tinto
- 2 clavos de olor
- 1 chile cuaresmeño, de preferencia rojo
- La cáscara del limón amarillo, cortada en juliana
Elaboración
- Poner en una olla el azúcar y el agua, cuando hierva, poner a fuego bajo hasta que se disuelva por completo el azúcar
- Limpiar el chile de venas y semillas, picar finamente
- Agregar la cáscara de limón, el jugo, los clavos de olor, el vino y el chile a la olla con el almíbar
- Picar las ciruelas antes de echarlas a la olla con un cuchillo, para que no se revienten
- Cocinar por 10 minutos a fuego bajo, cuidando que no se quemen las orillas
- Retirar del fuego y quitar los clavos, la cáscara de limón
- Retirar cuidadosamente las ciruelas con un colador, quitar la piel y el hueso, dejar en mitades o cuartos
- Volver la mezcla a fuego lento hasta que se reuzca un almíbar espeso y de color intenso
- Retirar del fuego y agregar las ciruelas al almíbar
- Se puede servir fría o caliente, excelente con helado de yogurt
Provecho!
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